sábado, 9 de mayo de 2009

Sin Dios y sin ley...

Aún recuerdo cuando era menor de edad en mi natal Marinilla y el toque de queda era las diez de la noche. Impaciente y en el lugar que fuese tenía que correr hacia mi casa para evitar ser detenido por la policía. Está bien no eran horas para que un niño de 12 años estuviera en la calle, pero uno que otro día los encuentros con los amigos, lo juegos de barrio, el escondidijo y demás actividades de aquella época hacían incumplir el permiso dado por mis padres.

Ahora desde la barrera que le da a uno la cédula de ciudadanía veo como entre regates maradonianos, huídas veloces de liebres por caputurar y en medio del olor a cigarrillo y los ríos de de licor, cientos de menores burlan la ley que ha dispuesto el municipio para los menores de edad.

Parece que se crecieron los enanos. Poco o nada han podido hacer los policías. Uno que otro menor de edad es detenido los fines de semana, sin mebargo son más lo que andan por la calle atentos a la pasada de la patrulla, para emprender en medio de los mayores de edad, el vuelo por alguna estrecha ruta de evacuación.

La medida que ha intentado controlar a los pequeños fugitivos, se ha tomado en diferentes municipios de Antioquia, inclusive en Medellín. Sin embargo, reconociendo las limitantes y los esfuerzos gubernamentales, se ha quedado en regular la calificación para lograr cumplir la ley, en especial en nuestro municipio.

Es difícil, es cierto, pero no imposible. Los entes del gobierno se prepararon para impartir la ley, yo para comentarlos. Puedo ser parte de la solución, pero ellos son los encargados de eso.

2 comentarios:

In-pensantes dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
In-pensantes dijo...

Se entiende pues que los menores en la calle son tratados como plaga y se parecen: se multiplican rápidamente, se esconden en lugares oscuros, consumen todo aquello que está prohibido y que procuramos mantener fuera de su alcance... nada más parecido.

De otro lado, el asunto revela matices menos visibles: a) que los padres se acostumbraron a delegar la autoridad en el colegio o en la fuerza pública (tales son sus comentarios como "allá se lo dejo porque yo no soy capaz con él" o "pues que pase una noche en el calabozo a ver si aprende" o peor "y no voy a levantarme por ese muchacho, haga lo que quiera con él"...

b)Que los propietarios de E.A.P.C.V.L. (establecimientos abiertos al público con venta de licor) no quieren dejar volar "ese machetico" que son los adolecentes: consumen en abundancia, llegan por nubes, son fácilmente deslumbrables...

y c)Que muchos municipios que han establecido medidas similares a las de Marinilla, no aplican o lo hacen esporádicamente.

Aquí, creo, hay que evaluar el compromiso de la fuerza pública local. Uno puede ver con muchísima frecuencia que los señores agentes del orden pasan por encima de los adolescentes, los saludan y siguen como si nada.

Otra cosa más: se supone que la medida rige a partir de las 23 horas. Bueno ¿y es que antes de las 11 de la noche a los adolescentes no les hace efecto el licor?

En todas las etiquetas de licor dice muy claro PROHIBASE EL EXPENDIO A MENORES DE EDAD. Analizamos la frasecita: la forma que se usa en el verbo "PROHIBIR" implica una liberación inmediata de la responsabilidad de la prohibición: "PROHÍBASE" significa que "alguien debe prohibir su venta", no que está prohibida per se.

Para expresar eso deberíamos cambiar una sola letra y poner "PROHÍBESE", una forma algo arcaica de la expresión "SE PROHIBE" que ahí si indica una acción directa, una norma vigente, impuesta.

Todos nos zafamos la responsabilidad y, creo que la mayoría, estamos esperando a que esta generación simplemente pase.